En un mundo lleno de ruidos e interferencias, no es tan fácil distinguir la diferencia entre vivir y existir.
¿Y cuánto de ese ruido o interferencia lo provoco yo?
Esa pregunta puede doler si me miro por dentro.
¿Cuántos silencios necesita la melodía de mi vida?
Más de los que imagino.
¿Cuánto de ese ruido es importante para poder atender lo necesario? Es decir, darme cuenta de llamarme la atención.
Mis cantaletas, siendo aún un nene de teta, y todo aquel dulce ruido que eso provocaba, casi siempre era porque necesitaba alimento, es decir, tenía hambre. Pero mientras era suplido, no podía ni convenía ser bélico ni ruidoso.
A veces, solo somos alimentados en el silencio.
¿Cuánto de esto me lleva a trascender mi propia existencia?
Existir es el principio, pero vivir es el arte de la existencia.
Retumba dentro de mí la máxima: “He venido para que tengan vida”.
Tropezar con El Maestro o caer a sus pies siempre nos va a llevar hasta a la vida misma. Antes y hasta ahí, solo existimos.
Mi fe tiene todo que ver con mi existencia, pero vivir tiene que ver con la plenitud de Dios en mí.
Sin Él, existimos; con Él, vivimos…
¿Y tú, vives o existes?
Increíbles 🤍