Un quintal de puertorriqueñidad
- Fernand Reyes
- 30 jun
- 1 Min. de lectura
Se me hizo muy tarde el sábado y no hallaba ningún agrocentro abierto para conseguir heno y alimento para mis caballos, mis gallinas y mis ovejas.

Preocupación, frustración y pena invadieron mi corazón.
Tenía que resolver porque jamás se puede dejar un animalito sin comer, pero sería muy difícil hallar dónde comprarles un domingo.
Voy con ShaShy en la guagua y recordé un pequeño negocio que tal vez encontraría aún abierto. ¡Metí el acelerador y en pocos minutos estaba en aquella esquina, en Cayey, y justo cerrando las puertas de su pequeño pero legendario negocio estaba Don Rati, así le conocen!
Me bajé a toda prisa y le dije:
“¡Qué suerte! Necesito un quintal seco y tres pacas de heno.”
Me responde: “Claro que sí.”
Le pregunto: “¿ATH Móvil?”
Me contesta con pesar en el rostro: “Bendito, no tengo na' de eso…”
Le doy las gracias, me despido y otra vez me subo a la guagua, y otra vez, preocupado…
Don Rati se acerca con un rostro decidido y me habla:
“Mi padre me enseñó que mirando a los ojos a la gente, casi siempre se sabía quiénes eran, y yo sé que usted va a volver. Llévese lo que necesite y después me paga.”
Aquel señor, muy mayor por cierto, estaba impartiendo una enseñanza cristiana para dos.
Y esa tarde me llevé tres pacas de heno, una gran lección de humanidad y un quintal de puertorriqueñidad…

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