Dicen que un perro viejo ya no aprende, ¿pero podrá tal vez desaprender? No es lo mismo aprender ya viejo, que desaprender lo viejo. Es hora de hacer espacio para aprender lo que necesito, y esto a veces es urgente. Hay lecciones que se han reprobado con la merecida vergüenza.
Ira
Imprudencia
Egoísmo
Mentira
Indiferencia
Pero no siempre son elementos tan trágicos; a veces pasa que no sabemos desear los buenos días o sonreírle ni al gato. Claro que hay días en los que los planetas se alinean para encebollarnos el hígado y probarnos la existencia, pero, ¿hay algo que deba desaprender?
¿Y qué tendrían que decir los que me aman? ¿Qué dirían ellos acerca de lo que tal vez no me he dado cuenta?
Por mi parte, por ejemplo, necesito desaprender a comer todas esas cosas tan deliciosas y que tanto daño hacen. Necesito quitarle poder a mi paladar y ser más inteligente a la hora de mi propia alimentación, porque admito tener tripas muy parranderas.
Tal vez desaprender algo pueda ser un gran adelanto, aunque no se aprenda algo mejor de inmediato. No siempre hay que sustituir; a veces basta con la eliminación de lo malo, y eso sería un gran adelanto.
Hoy, al final de la primera mitad de mi primer siglo de vida, por fin realizo que no puedo ser tan confiado. Me ha costado mucho entender que hay gente que tiene un rollo de alambre de púa mohoso por corazón, y ya he sido lo suficientemente sonso como para esperar el doctorado en zanganería. ¿Cuánto se n
ecesita perder en la vida para por fin tomar mejores decisiones? Ahí tengo otro reto para desaprender.
El arte y la capacidad para poder reconocer lo que no me conviene y atraerme mejores cosas.
Desaprender, es hora de...
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